“La humillación pública me hizo un killer”, dijo D’Angelo Russell tras una obra maestra. El base, controvertido por su excesivo riesgo y poco beneficio cuando Los Ángeles Lakers volvieron a apostar por sus servicios, acababa de ser el hombre milagro. Con 44 puntos (17/25 TC y 9/12 T3), 9 asistencias y seis rebotes destrozó el final ante los Milwaukee Bucks (123-122) en el que los angelinos demostraban que ante los grandes… son grandes, precisamente.
La humillación pública me hizo un killer
DLo reclamó sus focos. Esos que en muchas ocasiones le deslumbraron y apuntaron a todos. Tomó las riendas de la remontada con un triple y 2+1, y en la última jugada puso su broche. “Es tuya. Te la juegas tú”, le dijo LeBron James, gran estrella. Y Russell no decepcionó a los que confían en él.
Esos que no le humillaron cuando era la moneda de cambio buscando una tercera estrella. Entró con decisión y con una bomba completó el milagro. Spencer Dinwiddie sumó una defensa enorme sobre Damian Lillard y los Lakers sonreían. Volvían a ganar y sin ninguna dependencia en el tramo final de LeBron y Davis, los que de verdad marcan cuál es el techo.
No dice nada en su récord (35-30), sí en sus sensaciones. Son mucho mejores. De algo grande. Porque aunque la irregularidad es la tónica habitual en Los Ángeles, cuando el equipo rival es uno de los grandes pasan a ser palabras mayores. Tienen tiro exterior, estrellas y muchos quieren ser esa tercera ‘pata’ de la búsqueda de todo.
D’Angelo se lo merecería. “Nunca me faltó confianza. No temo a la confrontación. Quiero que todo ese humo me llegue. Quiero que hablen de mi”, cerró Russell. Es el jugador milagro, el que apoyará a LeBron y Davis en la batalla por todo.