El mal llamado fútbol femenino español siempre ha estado en el foco. Desde la época de la clandestinidad, donde jugadoras como Conchi Amancio o las hermanas Parejo emigraron a Italia; pasando por el amateurismo total, donde mujeres como Roser Serra o Mar Prieto hicieron sus pinitos en Inglaterra o Japón; hasta cuando ellas, con su calidad innata, consiguieron posicionarse en el mapa internacional
, momento en el que referentes como
Laura del Río
,
Vero Boquete
,
Adriana Martín
,
Jenni Hermoso
,
Vicky Losada
,
Sonia Bermúdez
,
Natalia Pablos
o
Marta Corredera
, entre otras, dejaron huellas en equipos de medio mundo.
Con la llegada del profesionalismo y los buenos resultados tanto a nivel de clubes (el Barcelona es campeón de Europa y número 1 del ranking UEFA) como de selección (campeonas del mundo y de la Nations League, amén de números 1 del ranking FIFA),
la Liga F debería convertirse en el epicentro del fútbol mundial y el escaparate donde exhibir orgullos@s el talento nacional
. Aprovechar el tirón, vamos.
Pero, lejos de la realidad, a los clubes españoles -con la salvedad del Barça… por ahora- cada vez les cuesta más retener a sus estrellas.
Diez de las 23 campeonas del mundo acaban contrato con sus respectivos clubes el próximo 30 de junio y su continuidad está en muchos casos discutida
. Ofertas a la baja, derechos de imagen, … trabas que dificultan lo que debería ser la tarea más sencilla.
No hay nada como ser feliz en casa, pero fuera
hay mercados -Estados Unidos, México o Inglaterra, por ejemplo- que pagan mejor y equipos que valoran más
. Y ante eso, por mucho que duela, es lógico que ellas, como lo haríamos todos, opten por lo que es mejor para su presente y futuro. Aún estamos a tiempo.
A quien corresponda: evitemos un nuevo éxodo de talento nacional
.