Es matemático. Llegas al Real Madrid después de acumular no sé cuántos méritos futbolísticos y como por arte de magia desaparece precisamente eso, tu magia en el terreno de juego o los banquillos para convertirte en uno más. Uno casi del montón. Los ojos cambian la mirada si no eres madridista.
Algo por el estilo comienza a ocurrirle a Kylian Mbappé. En su propio país. Poco ha importado su trayectoria, su horizonte en un Bernabéu que lo ha acogido con los brazos abiertos, su compromiso más que acreditado, por ejemplo, disputando la Eurocopa con la nariz rota y recurriendo a una máscara de superhéroe que funcionó hasta que se topó con Jesús Navas que también viste capa.
A Mbappé lo están breando en su país y aún no sabemos muy bien por qué. O quizá sí. Lo llamativo es que han sido dos amigos o, al menos, ex compañeros del actual seleccionador Deschamps, Christophe Dugarry y Bixente Lizarazu, los que han arrancado las hostilidades en la denostada prensa. Dicen que no lo entienden, que ya no da miedo, coincidiendo con la extraña decisión táctica de seguir insistiendo en ubicarlo como delantero centro tal y como ocurre en el Real Madrid. Por lo que se ve, además de Vinicius, un tal Barcola también es mejor jugador que él por lo que debe adaptarse a un nuevo rol.
Asumiendo que Mbappé no es perfecto y que en todo este largo camino recorrido para llegar al Madrid ha cometido errores, alguno de ellos grueso, no creo que merezca semejante trato que huele más a campaña prefabricada, a saber con qué motivaciones, que a realidad deportiva.
Se le ha visto hasta gordo dentro de la extensa lista de peros que se le ha puesto al jugador francés al que dejaron solo en el Mundial de Qatar y aún así a punto estuvo de arruinar el sueño argentino.
De que le hayan estropeado la pasada campaña con una suplencia sólo justificada por Al Khelaifi, este fin de semana de paseo por el WiiZink viendo padel, nadie dijo ni mu. Cuestión de memoria.
El Rey va desnudo porque le están haciendo un traje en París.
